lunes, 24 de diciembre de 2012

RAMÓN ARAY Y LA BOHEMIA DEL PERIODISMO / Américo Fernández




Bohemiano o bohémico no sólo son los naturales de la región checa de Bohemia, sino también quienes pertenecen a un mundo que se aparta de ciertas normas convencionales como aquellos artistas, periodistas  e intelectuales que se reunían en Caracas en la llamada República del Este y con sus versos, imágenes e ingenios, animados por el buen vino, querían componer al país o simplemente se antojaban casi irreverentemente de la sociedad política.
En cierto modo, el periodista Ramón Aray Lefebres, frecuentaba ese mundo porque lo alimentaba cognoscitivamente y le servía de especia para aderezar sus escritos periodísticos con los cuales cubría las pautas de los medios impresos y los noticieros radiales para los cuales trabajaba.
Recién salidos de la adolescencia, anduvimos juntos por los más fluidos y enrevesados caminos del periodismo y la política y confieso que una vez lo metieron preso por el editorial de un periódico llamado “Revolución” que había yo escrito sin firmarlo; pero nunca quiso revelar la fuente y el Juez lo sentenció por ser él el Director, en perjuicio  de una libertad de prensa que jamás el magistrado pudo entender.  Los periodistas vivimos sometidos a ese riesgo a pesar de la Ley de Ejercicio del Periodismo que asegura el secreto de la fuente.
Cuando Ramón Aray Lefebres murió repentinamente el 16 de octubre de 2005 (aniversario del fusilamiento de Piar) a la edad de 64 años puesto que había nacido el 15 de mayo de 1937, anduvimos al igual que los demás colegas de la antigua AVP como del Colegio, absolutamente  desolados. No era para menos.
Casado con Susmira Herrera, tuvo seis hijos: Lisandro y Leoncio, quienes siguieron el oficio de su padre.  Lisandro fue director de una emisora en Guasipati, trabaja actualmente en una emisora de Ciudad Bolívar y estudia periodismo y Leoncio  que presta servicios como locutor de Radio Continente.  Dos de sus hijas, Liluleika y Liluzca, se hallan en España y dos gemelos fueron mortalmente arrollados por un loco del volante en la Plaza Páez de Vista Hermosa cuando salían de un espectáculo del Estadio Polideportivo Heres.
Ramón Aray, a quien sus colegas cariñosamente apodaban “El Zorro”, igualmente fue víctima de un accidente de tránsito cuando regresaba de Caicara del Orinoco a donde viajaba periódicamente para coordinar los trabajos de un semanario del municipio Cedeño.  Sobrevivió a duras penas con heridas, aporreos y fracturas. Quizás secuelas físicas y psicológicas de esos accidentes que trataba de apaciguar en raptos de bohemia, acortaron la edad natural de su existencia.
Como periodista se inició en el diario “El Bolivarense” de la familia Natera, desde los días de su fundación, con don Brígido Natera Ricci, José Antonio Fernández, Rafael Duran Rondón, David Natera, Alejandro Natera, entre otros..  De ese matutino fue jefe de redacción durante largo tiempo como también del diario El Luchador en calidad de director cuando el doctor Ramón Castro Mata era editor-propietario. Como periodista prestó servicio en Relaciones Públicas de la Asamblea Legislativa.
En Caracas trabajó como jefe de prensa de Radio Aeropuerto y  como jefe de prensa igualmente de  Radio Bolívar durante todo el período de Gabriel Aguilera Ordaz y Lubén Rossi Vera.  En esta emisora que luego pasó a llamarse “Mundial Bolívar” culminó prácticamente su carrera de periodista.
Militó en las filas de Vanguardia Juvenil Urredista, donde dirigió la publicación “Revolución”, semanario que dejó de circular al dictársele auto de detención por un editorial político de denuncia que levantó ampollas en la piel de un político oficial de los años sesenta.
Ramón Aray también fue miembro fundador de las seccionales de la  Asociación Venezolana de Periodistas y del Colegio Nacional de Periodista y en ambos gremios ocupó cargos directivos.
Era inalterable, sereno, siempre bromita con sus colegas, jamás se ponía bravo, tenía una manera peculiar de abordar los problemas, sin precipitaciones.  Era como decía Camilo Perfetti, “amigo de todo el mundo”, no se metía con nadie a pesar de que siempre decía la verdad, la verdad que muchas veces duele cuando revienta a la luz pública.
El gremio de periodistas aún permanece de luto por aquel profesional amigo perdido entre las brumas del tiempo.














domingo, 9 de diciembre de 2012

Murió periodista Francia Natera

Francia Natera con el cantante Pedro Vargas

La noticia de la muerte de la periodista Francia Natera que dejó huella en las páginas de los medios impresos del país entristeció a lectores, así como a quienes la conocieron y admiraron. Francia Natera, una de las más célebres cronistas de El Nacional, falleció el 5 de diciembre en Caracas, a los 89 años de edad, debido a una infección pulmonar.
Nació en Ciudad Bolívar en 1923 y desarrolló su carrera en las páginas de El Nacional. Miriam Cupello, pionera de las reinas de belleza de Venezuela, tuvo 63 años de amistad con la periodista: “Francia era la gran reportera en la década de los cincuenta de El Nacional. Cada vez que alguna personalidad venía a Venezuela, ella era la primera convocada para entrevistarlos”.
La precursora del periodismo de calle formó parte de la primera promoción de egresados de la Escuela de Comunicación Social de la UCV, junto a María Teresa Castillo y Miguel Otero Silva, con quien compartía la columna Entérese Usted.
Además de Miriam Cupello, también fue amiga de la periodista Francia Natera, la ex Presidenta del Conac, Isa Doble, quien esrbió lo siguiente:
Yo conocí a Francia Natera en Pro Venezuela. Me la presentó su Presidente y creador, Alejandro Hernández, dueño de Pampero y uno de los grandes empresarios de la época. Era la primera vez que trabajaba y estaba asustadísima. Me dijo: “estás en manos de una gran periodista. Aprende de ella y pisarás segura”. Francia me iluminó con esa simpatía, esa generosidad y sobretodo con esa autoridad que desplegaba en cada comentario, cada línea que escribía, cada consejo que regalaba. Caminamos juntas un largo trecho, esa maravilla de coincidir, de decirnos con los ojos lo que pensábamos, ese privilegio de compartir. Hoy me llaman y me dan la noticia. Una neumonía. Fue cremada como lo pidió, la creyeron dormida y ya se había ido rodeada de amor, exigio silencio, sin bulla, sin aspavientos , como es ese momento que siempre está allí desde que nacemos. Siempre había algo que contar.

En 1943 Antonio Arraiz, director de “El Nacional” estuvo de visita en Ciudad Bolívar buscando reporteros de provincia y conocía a Francia, una muchacha entusiasta, curiosa, inquieta y la invitó a enviar noticias que resultaran interesantes. Su hermana Berenice recuerda conmigo el episodio:

“ESE ANO FUE LA GRAN INNUNDACION DE CD BOLIVAR POR LAS CRECIENTES DEL ORINOCO ...Y SUS PRIMEROS REPORTAJES TUVIERON RELACION CON ESTE HECHO...
AUNQUE YO ERA UNA NINA ESCOLAR , RECUERDO ESPECIALMENTE UNA CRONICA DE UNA PAREJA QUE CUANDO REGRESO A SU CASA INNUNDADA SE ENCONTRO CON UN GRAN CAIMAN VIVIENDO EN ELLA..ELLOS LO AMARRARON Y SE PROPUSIERON ESPERAR A QUE LLEGARA ALGUN OTRO CAIMAN QUE SEGURAMENTE SERIA LA PAREJA DEL PRIMERO ...ASI OCURRIO, TAMBIEN LO DOMINARON Y COBRABAN CREO QUE EL EQUIVALENTE A UN MEDIO DE AQUELLA EPOCA ,PARA QUE LOS HABITANTES DE CD. BOLIVAR LOS PUDIERAMOS VER Y VISITAR ...ESTO FUE PUBLICADO POR ELLA EN EL NACIONAL ....POR ALLI CONTINUO ENVIANDO DIFERENTES NOTICIAS .....
LUEGO LE PROPUSIERON VENIR A CARACAS A TRABAJAR DIRECTAMENTE CON EL PERIODICO Y EN EL ANO 1945 SE TRASLADA A CARACAS E INSISTE CON MIS PADRES SOBRE LA NECESIDAD DE QUE TODA LA FAMILIA NOS VINIERAMOS Y ESTUDIARAMOS AQUI...Y ASI SE HIZO...
YO CREO QUE DE AQUI EN ADELANTE COMENZO A SER REPORTERA ACTIVA Y VIAJERA POR MUCHAS PARTES ( ESTADOS UNIDOS, MEXICO, CUBA, CHILE, ETC )ENVIADA POR EL NACIONAL CASI SIEMPRE CON EL GORDO PEREZ DE FOTOGRAFO “.


Carta de Francia Natera a un amigo;
Mi admirado Camillo Tosti:
Cuando tú estabas haciendo la guerra en el desierto, yo vivía en un pueblito al borde de la selva, donde el único radio era de mi padre.
Por allí pasaba todo el pueblo: el jefe civil, el boticario, el sacamuelas y los curas a escuchar las noticias de lo que sucedía en un lugar tan lejano como África.
Yo tenía unos 12 años, pero mi instinto de periodista me llevaba a buscar mapas, informaciones y por supuesto estaba en contra de los Nazis.
Cuando te conocí con Myriam, te veía como un actor de cine, Gassman por ejemplo.
Yo no podía creer que algún día iba a escuchar de viva voz el relato de esa horrible conflagración que fue la 2da guerra mundial.
Nunca me canso de escucharte. Me parecía que tu eras Napoleón llegando a Egipto al encuentro de aquel incendio forestal que él bautizó Flamboyanes, aquí los llamamos Acacias, pero es el mismo rojo incendiario y la fragancia tropical.
Si yo no estuviera tan vieja y aporreada me habría hecho feliz acompañarte en tu cumpleaños y ver por última vez la costa Amalfitana y la Bahía de Nápoles. Bueno debo conformarme que una vez estuve allí cuando aun tenía piernas.
¿Vendrás otra vez? Yo espero que sí para tener una larga conversación en tu buen español.
Camillo, con las Myriams aprendí a quererte. La admiración es por cuenta mía. Un abrazo muy afectivo de tu amiga venezolana
Francia Natera


Yo conocí a la princesa Margarita”

Por Milagros Socorro

En 1955, la única hermana de la reina Elizabeth de Inglaterra, Margaret Rose Windsor, fallecida el 9 de febrero de 2002, a los 71 años, fue forzada a cortar su noviazgo con el capitán de la Real Fuerza Aérea, Peter Townsend, porque éste había estado casado; y la Casa Real británica no estaba dispuesta a enfrentar otro escándalo como el que se había producido casi dos décadas antes, en 1936, cuando el propio rey Eduardo VIII, tío de las muchachas y padrino de bautismo de la menor de ellas, había abdicado para casarse con la norteamericana –también plebeya y divorciada- Wallis Simpson. Casi inmediatamente después del anuncio de la ruptura, la princesa Margarita, nacida el 21 de agosto de 1930 en el Castillo de Glamis en Escocia, emprendió un viaje oficial a las islas del Caribe, que fue cubierto por la periodista Francia Natera, legendaria cronista de El Nacional.

“La princesa venía precedida por la triste historia de su amor malogrado –rememora Francia Natera- y además era portadora oficial de la Casa Real de los documentos que daban la libertad a las colonias del Caribe. En medio del tumulto sentimental, la reina la envía al Caribe, entre otras cosas, para que se distrajera de lo que estaba viviendo y para que recorriera los dominios antillanos ingleses, que hacía mucho tiempo ninguno de ellos visitaba.”

Noticia apetecida por hordas de reporteros, la embajada inglesa en Caracas invitó cuatro periodistas venezolanos para integrar la comitiva de la princesa, segunda en la línea de sucesión al trono Británico, hasta el nacimiento de su sobrino el Príncipe Carlos en 1948. Entre aquellos periodistas estaba Francia Natera, gran cronista de El Nacional.

–Ella llegó a Trinidad –dice Natera-. Era la cosa más hermosa que te puedas imaginar, aquella muchacha de veinticinco años, esbelta, con un rostro precioso y un cutis perfecto. Yo nunca pensé que ella pudiera ser tan linda; esa familia nunca fotografió bien, aparte de que sabemos que no suelen ser muy agraciados, pero ella, más que eso, era preciosa. Hartnell, el famoso modisto de la época, le había diseñado un vestuario que tenía todos los colores del Caribe. Al llegar a Trinidad, la primera escala de su gira, apareció en la escalerilla del avión con un vestido verde caña de azúcar. Y así fueron todas las toilettes que fue luciendo.

“El día de su llegada hizo un recorrido por la isla, que terminó con una recepción oficial a la que asistimos los periodistas acreditados. Y fuera del salón se apiñaban montones de reporteros de todo el mundo, que no habían sido convidados pero que estaban detrás de la historia de amor que el mundo seguía con emoción y curiosidad. Al banquete de Estado que hubo esa noche, la princesa se presentó llena de joyas: una tiara cuajada de gemas, gargantilla, brazaletes, sortijas y, en el borde del escote, la condecoración de la reina Victoria. Cuando esa muchacha bajó la escalera de la casa del gobernador de la isla, una estupenda muestra de arquitectura insular, vestida con un traje de satén blanco, cruzado por la banda que le corresponde por su jerarquía, y llena de joyas que destellaban con las luces del salón, nos quedamos boquiabiertos: era una auténtica princesa de cuentos. La foto de esa ocasión le dio la vuelta al mundo porque el traje que Hartnell le había hecho a la niña despechada tenía un atrevido escote, insólito para la época, que dejaba ver la mitad de sus senos. El escándalo llegó al Parlamento británico.”

“La sentaron, me parece verla, entre el presidente de la Corte Suprema de Justicia, un señor grande y negro, y el gobernador de Trinidad, un inglés delgado y altísimo, ambos serísimos, tocados con pelucas blancas de bucles. En otras mesas, frente a ella, estábamos los periodistas y alcanzábamos a escuchar el diálogo, compuestos por las generalidades propias de esos banquetes. En un rincón estaba una orquesta de steel band tocando calipso y yo pude ver cómo ella, mientras seguía la conversación de los funcionarios, llevaba el ritmo con los pies. Fue una comida muy copiosa que incluyó cochinillo y varios pescados de la zona, todo regado con varios vinos y rones de la isla cuya batería de copas, incluida la de jerez prevista para brindar a la salud de la reina, se alineaban frente a los platos en una fila como de seis. Al final, entonamos el himno God save the Queen (Dios guarde a la reina). Y terminado el himno, la princesa encendió un cigarrillo que apenas chupó, pero era la señal para indicar que los caballeros podían fumar sus tabacos y pipas. En esa época, ella apenas bebía y fumaba”.

“Más tarde, ella subió a sus habitaciones y poco después nos anunciaron que estaba prevista una serenata por petición de la noble huésped. Salimos al jardín y allí estaba el grupo de músicos que empezó a tocar canciones pícaras, llenas de malas palabras y frases de doble sentido. Y ella, muerta de risa en el balcón, tiraba besos y saludaba, hasta que bajó y se unió a los músicos para bailar. Al día siguiente inició una gira por el interior de Trinidad, en medio de un solazo tremendo; los periodistas nos metíamos en todas las taguaras buscando refrescos que nos aliviaran el calor y ella permanecía sentada, como una criatura irreal, sin sudar ni sofocarse. Sorprendida, le pregunté al embajador inglés en Venezuela: ‘pero esa muchacha, ¿ni siquiera hace pipí?’. Y el embajador, muy formal, me dijo: ‘ellas están entrenadas para no hacer ni pipí’.

“En la rueda de prensa ofrecida por la princesa, tuvimos que atenernos a las rígidas normas impuestas por la Casa Real. Nada de preguntas personales, nada de comentarios insidiosos. Hasta guantes tuvimos que ponernos; imagínate yo, tomando notas en mi libreta con aquellos guantes blancos en aquel calorón. Por cierto que ella cambiaba los suyos a cada momento: venía una persona con una bandeja trayendo un par fresco con los que ella sustituía los que llevaba. No pudimos hacer contacto con ella, yo apenas le di la mano y entonces pude observar con detalle su gran belleza.”

“A la mañana siguiente nos embarcamos en el Britannia, el yate de la familia real, y salimos para Barbados. Los periodistas íbamos en el segundo piso de las embarcación y ella en el primero, de donde no salió en toda la travesía, que duró unas seis horas, debía estar exhausta. Bajamos en Barbados, donde se repitió la agenda: en el día la princesa exhibía sus trajes de colores vivos, que no repitió; y, en las cenas, las impresionantes joyas exigidas por el protocolo. En cada comida le servían productos locales, langostas, guisos al curry, frutas de la estación, que ella comía con mucho apetito. A pesar del drama sentimental que estaba viviendo, era una muchacha muy alegre y vital. La acompañamos hasta Kingston, Jamaica, donde los periodistas tomamos un avión y regresamos.”

Veinte años después, la princesa Margarita vino a Caracas –su única visita a Venezuela- a vender algunos de los terrenos que poseía en la isla de Mustique. Se hospedó en la casa de Reinaldo y Carolina Herrera, amigos del jet set frecuentado por la hermana de la reina, quienes la pusieron en contacto con los posibles compradores. En esa época, Francia Natera había dejado el reporterismo y se desempeñaba como jefe de prensa de La Casona, ocupada entonces por Carlos Andrés Pérez y su esposa Blanquita. En esa posición organizó un almuerzo para su alteza en la residencia oficial del presidente, al que asistieron las esposas de los ministros y varias damas señaladas de Caracas. “Yo me maté, con la jefe de banquetes de La Casona, para organizar un almuerzo regio, que incluía lo más refinado de la cocina criolla… pero la princesa despreció todo: en vez de probar bocado, se limitó a tomar, uno tras otro y sin parar, un mar de gin tonic. Cada vez que le pasaban una bandeja, decía: ‘no. Thank you, gin and tonic, please’. Hasta los tequeños los rechazó sin mirarlos. Y no dejaba de fumar. No se parecía en nada a aquella aparición que yo había visto, dos décadas antes, bajar de un avión en Puerto Príncipe, tenía grandes bolsas debajo de los ojos, estaba hinchada y ensimismada, ni siquiera conversó con nadie.” Afrentada, publiqué una crónica en El Nacional que titulé Gin


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