jueves, 10 de enero de 2013

Periodista Mariadeñla Russa


Mariadela, desapareciste como el polvo arrastrado por la brisa hasta más allá del firmamento, como el agua de los ríos que no se cansan de buscar caminos y se dejan consumir por el mar que los devora, como la angustia del caminante que se encuentra asimismo a lo largo de la ruta sin destino, como la estrella que renuncia a su titilar detrás de la nube penumbrosa, como el mar que se vuelve espuma contra los arrecifes, como el cielo que se aleja al paso del hombre por la luna, como las llamas que envuelven tu silencio, como el sol de medianoche más allá de la sustancia, como la sed del tinajero que gota a gota canta su canción de nuevo, como un reloj que al fin se olvida del tiempo, como lámpara votiva que dejó de ser con el devoto muerto, como el amor del pordiosero que pide de rodillas, como Dios que olvidó su omnipresencia el día más cumbre de tu huida; como el volcán que te alumbró la noche de tu despedida, como las cenizas de tus compañeros mezcladas con tus propias cenizas, como el suceso en la pantalla que alumbraba tu imagen cada día, como el último celuloide que daba vida a tu voz de reportera, como tus ojos brillantes a la luz de los volcanes, como tus manos color de primavera; como el Niño Jesús bajo el cobijo de los pastores, desapareciste, Mariadela. Por eso estarás siempre con nosotros el día de tu luz que fue ayer, hoy, mañana y siempre.

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